Las cifras revelan un panorama desolador que agrava la crisis día a día.

Según los informes, el conflicto ha dejado un saldo de 57.000 palestinos muertos, incluyendo 13.000 niños, y 135.000 heridos.

La escala de la destrucción material es igualmente abrumadora: el 70 % de las viviendas han sido destruidas y el 81 % de las tierras agrícolas arrasadas, eliminando medios de subsistencia y seguridad alimentaria. El 80 % de la población ha sido forzada a desplazarse, viviendo en condiciones precarias y bajo amenaza constante. Los ataques continúan con gran intensidad, como los reportados en la Ciudad de Gaza, donde tanques y soldados israelíes ingresaron al barrio de Sheikh Radwan y lanzaron granadas sobre tres escuelas que servían como refugio, incendiando las tiendas de campaña de los desplazados.

Los hospitales, desbordados, siguen recibiendo víctimas, incluyendo muertos por desnutrición.

A pesar de los llamados a evacuar, muchos se resisten a huir por la falta de recursos y el temor a no poder regresar, con testimonios que reflejan una desesperación total, afirmando que “la muerte es mejor que el desplazamiento”. La crisis se profundiza en una ciudad declarada zona de combate, donde la ayuda humanitaria es insuficiente y el acceso es extremadamente limitado.