Este plan, diseñado por figuras israelíes que han colaborado con Estados Unidos, ha generado una fuerte controversia por sus implicaciones humanitarias y legales.

La idea de un desplazamiento masivo, aunque presentado como voluntario, plantea serias dudas sobre el derecho al retorno del pueblo palestino y su autodeterminación.

La propuesta ignora por completo las resoluciones de las Naciones Unidas y el derecho internacional, que protegen a las poblaciones bajo ocupación. La transformación de Gaza en un enclave turístico y tecnológico sin su población originaria es vista por los críticos como un intento de borrar la identidad palestina del territorio y consolidar un control extranjero sobre una de las zonas más disputadas del mundo.