Testimonios revelan el dolor de padres que prohíben a sus hijos ver videos de comida para no aumentar su sufrimiento, una muestra del trauma diario que vive la población. La lucha por la supervivencia en Gaza trasciende la búsqueda de calorías; es también una batalla contra la desesperación. Un artículo relata una de las realidades más crueles de la hambruna: el impacto en la salud mental de los niños y sus padres. En un mundo hiperconectado, los niños gazatíes tienen acceso a imágenes de una normalidad que les es negada. “Mis hijos ven videos en internet de pollos asados y hamburguesas, pero se lo prohíbo porque solo les hace daño”, confiesa un padre.

Esta medida, aunque busca protegerlos, evidencia el profundo trauma de una infancia marcada por la privación extrema.

La exposición constante a imágenes de alimentos que no pueden tener genera frustración y un dolor psicológico que se suma al sufrimiento físico del hambre.

Para los padres, la incapacidad de proveer y la necesidad de imponer estas dolorosas prohibiciones constituyen una carga emocional inmensa. Este trauma invisible se agrava con la debilidad física, como lo describe la familia Al Kafarna, que afirma “no poder caminar” para huir de los peligros. La combinación de miedo, hambre y desesperanza está creando una crisis de salud mental de proporciones masivas, cuyas consecuencias a largo plazo para la sociedad gazatí son incalculables.