Los informes de las fuentes sanitarias del enclave confirman que la falta de alimentos está teniendo consecuencias letales, especialmente entre los más vulnerables. El reporte del 23 de agosto es alarmante: ocho personas, entre ellas dos bebés, murieron directamente por falta de nutrición. Esta cifra eleva el conteo total de víctimas mortales por la hambruna a 281. Estas muertes son la manifestación más extrema de una crisis que incluye desnutrición severa generalizada, enfermedades relacionadas con la falta de alimentos y agua potable, y el colapso del sistema de salud, que no puede tratar adecuadamente a los afectados. La muerte de infantes por inanición es un indicador crítico de la severidad de la hambruna, demostrando que ni siquiera los grupos de población más sensibles están recibiendo el soporte vital mínimo para sobrevivir. La situación pone de relieve la urgencia de una intervención humanitaria masiva y sin restricciones para evitar que el número de víctimas siga aumentando de manera exponencial.
