Algunos residentes, agotados tras múltiples desplazamientos, ya no le ven sentido a moverse hacia las zonas “seguras” indicadas por el Ejército israelí, pues estas también han sido blanco de ataques.

Esta percepción de que no hay lugar seguro en Gaza los deja paralizados ante una elección imposible. La familia Al Kafarna encapsula esta tragedia en una frase contundente: “No podemos caminar. Nos enfrentamos a la muerte en ciudad de Gaza”. Su testimonio refleja la debilidad física causada por la inanición, que se suma al terror de los bombardeos. La decisión de quedarse no es un acto de resistencia voluntaria, sino, en muchos casos, la incapacidad de moverse o la falta de un destino seguro a donde ir. Este dilema existencial se desarrolla en un contexto donde la ayuda humanitaria es insuficiente y la infraestructura básica ha colapsado, dejando a miles de familias sin opciones reales para proteger sus vidas.