Un análisis del conflicto destaca que una guerra interminable y sin resultados claros, como la de Gaza, tiene cada día menos beneficios. La “tragedia humana”, el “cansancio de las tropas”, los “daños a la economía” y la “división interna” alejan cada vez más la posibilidad de una “victoria” para Israel. Este es un claro ejemplo de la ley de los rendimientos decrecientes. Al mismo tiempo, la contraofensiva israelí ha desatado una serie de consecuencias imprevistas.
Israel no anticipó que su guerra contra Hamás se convertiría en un conflicto multifrontal contra el “cinturón de fuego regional encabezado por Irán”, ni que su enemigo más débil, Hamás, resultaría ser el más resistente. Paradójicamente, la ofensiva israelí ha revitalizado la solución de dos Estados, sacándola del olvido y convirtiéndola en el centro de la atención mundial, lo que ha generado un “tsunami diplomático” sin precedentes contra la ocupación.
Otra consecuencia no prevista es que, al debilitar a Hezbolá, Israel podría haber creado indirectamente las condiciones para que Líbano recupere su soberanía.
Estos resultados demuestran que las dinámicas de la guerra son complejas y a menudo producen efectos contrarios a los deseados por los actores beligerantes.