Esta medida, calificada como un desplazamiento forzoso, precede a una nueva ofensiva a gran escala y ha generado una fuerte condena internacional.
El plan de reubicación masiva de la población gazatí es una de las estrategias más controvertidas de la actual ofensiva israelí. La preparación de este nuevo éxodo, que afectaría principalmente a los residentes de la Ciudad de Gaza, es vista como un preludio a una intensificación de los combates en el núcleo urbano más grande del territorio. Esta política de desplazamiento ha sido calificada por Egipto como “reprobable”, y El Cairo ha asegurado que los países contactados por Israel para acoger a los palestinos desplazados han rechazado categóricamente la propuesta. La medida no solo agrava la ya precaria situación humanitaria, sino que también alimenta el temor de una limpieza étnica en la región. El asalto israelí ha provocado un exilio masivo y una caída drástica en los nacimientos, lo que está “empequeñeciendo” la sociedad gazatí y alterando su estructura demográfica de manera irreversible. La comunidad internacional, incluyendo a aliados de Israel, ha expresado su preocupación por las consecuencias de esta política, que podría violar el derecho internacional humanitario y desestabilizar aún más la región, especialmente a países vecinos como Egipto, que se niegan a ser parte de una solución que implique la expulsión de palestinos de su tierra.