Mientras que algunos ven la medida como un paso audaz hacia la soberanía financiera y la innovación, otros la consideran una apuesta arriesgada que podría comprometer la estabilidad económica del país. Con esta última compra, El Salvador envía un claro mensaje de que mantiene su confianza en el potencial a largo plazo de Bitcoin, a pesar de la volatilidad del mercado y las presiones externas.