La escalada del oro, que acumuló una ganancia de más del 50 % en lo que va del año, fue catalizada por varios factores. La paralización parcial del gobierno de Estados Unidos, la inestabilidad política en Europa y la debilidad del dólar llevaron a los inversores a buscar seguridad en activos tangibles y escasos. Además, las compras masivas por parte de bancos centrales, como el Banco Popular de China, y la fuerte demanda de fondos cotizados (ETF) respaldados por oro, intensificaron la presión alcista.

En este contexto, múltiples analistas y medios destacaron la correlación en el comportamiento del oro y Bitcoin. Deutsche Bank señaló que el auge en la compra de oro por parte de los bancos centrales refleja el impulso que podría tener Bitcoin como futuro activo de reserva. La firma de gestión de activos VanEck fue más allá, sugiriendo que el repunte del oro implicaba un "valor equivalente" de 644.000 dólares para Bitcoin. Analistas como Bob Czeschin afirmaron que hay un "mensaje oculto" en los nuevos máximos de ambos activos, sugiriendo un posible retorno a un entorno económico similar al de los años 70, caracterizado por la inestabilidad. Esta convergencia en la percepción de los inversores consolida a Bitcoin no solo como un activo especulativo, sino como una herramienta macroeconómica para la preservación de valor en tiempos de crisis.