A continuación, el análisis.

El futuro de las stablecoins parece cada vez más integrado al sistema financiero tradicional, como lo demuestra la iniciativa de nueve grandes bancos europeos, entre ellos CaixaBank, ING y UniCredit, para desarrollar una stablecoin vinculada al euro.

Este proyecto, que se espera lanzar en 2026, operará bajo la estricta regulación europea MiCA, lo que le otorgaría un alto grado de legitimidad y confianza institucional. El optimismo del sector se refleja en las proyecciones de Citi, que elevó su previsión de capitalización de mercado para las stablecoins a 4 billones de dólares para 2030. Paralelamente, los emisores de stablecoins existentes están innovando para mejorar la seguridad y la utilidad. Circle, emisor de USDC, está explorando la posibilidad de implementar transacciones reversibles para combatir fraudes, una medida que ha generado inquietud entre los puristas de las criptomonedas pero que podría aumentar la protección al consumidor.

Por su parte, PayPal ha integrado su stablecoin PYUSD en el protocolo de préstamos DeFi Spark, impulsando su liquidez y uso en las finanzas descentralizadas.

Sin embargo, este crecimiento no está exento de desafíos.

Moody's ha advertido que el auge de las stablecoins plantea riesgos de "criptonización" en mercados emergentes, donde podrían socavar la política monetaria local. Además, reguladores como los de Hong Kong están imponiendo límites a su uso en el trading de derivados. A pesar de esto, figuras como Jamie Dimon, CEO de JPMorgan, han declarado no estar "especialmente preocupadas" por la amenaza que representan para los bancos.