Un ejemplo destacado es la alianza entre la fintech Clara y el exchange Bitso para lanzar tarjetas corporativas respaldadas por stablecoins.

Esta iniciativa permite a las empresas de la región realizar y administrar pagos de manera más rápida y con mayor control, utilizando activos digitales que mitigan la volatilidad cambiaria. De manera similar, MoneyGram, un gigante global de las remesas, está implementando operaciones transfronterizas impulsadas por stablecoins en Latinoamérica, buscando agilizar y reducir el costo de los envíos de dinero. En el ámbito de la banca digital, neobancos como Lulo Bank en Colombia están integrando el acceso a stablecoins directamente en sus aplicaciones. A través de su plataforma Lulo X, los usuarios pueden invertir en dólares o euros mediante estos activos digitales, obteniendo rentabilidades sobre sus tenencias en moneda dura.

Esta funcionalidad democratiza el acceso a la dolarización y a productos de inversión que antes estaban reservados para segmentos de altos ingresos. Estas iniciativas reflejan una tendencia más amplia en la que las stablecoins están pasando de ser un activo de nicho para traders a una herramienta práctica para empresas y consumidores en la región, ofreciendo una alternativa a la inflación y a la ineficiencia de los sistemas de pago convencionales.