Este fenómeno podría socavar la soberanía monetaria de los gobiernos, limitando su capacidad para controlar la inflación y gestionar sus economías. Además, el FMI alerta sobre la posibilidad de que un ecosistema financiero dominado por unas pocas stablecoins privadas pueda fragmentar el sistema de pagos global, creando silos y reduciendo la interoperabilidad. Aunque las stablecoins con rendimiento prometen ingresos estables on-chain, los riesgos regulatorios, fiscales y de contraparte las hacen más complejas que el dinero en efectivo tradicional. Un ejecutivo del sector Web3 ha sugerido que el "final del juego" para las stablecoins vinculadas al dólar es que se conviertan en un commodity, perdiendo la necesidad de tickers individuales, lo que podría simplificar su uso pero también concentrar el poder en unas pocas plataformas. El FMI, por tanto, aboga por una regulación coordinada a nivel internacional para asegurar que las reservas que respaldan estas monedas sean líquidas y seguras, y para establecer un marco de supervisión robusto que proteja a los consumidores y prevenga crisis sistémicas.