Esta situación ha generado un intenso debate entre analistas sobre la dirección a corto plazo del principal criptoactivo.
Durante la última semana de agosto, el precio de Bitcoin se desplomó, llegando a cotizar por debajo de los 109.000 dólares y alcanzando un mínimo de sesión de 108.104 dólares. Esta caída provocó la liquidación de más de 110 millones de dólares en posiciones largas en un lapso de 24 horas, afectando a miles de operadores apalancados. La presión vendedora fue atribuida a una confluencia de factores, incluyendo datos macroeconómicos en Estados Unidos, como el índice de precios subyacente (PCE) y cifras de inflación, que generaron nerviosismo en los mercados de riesgo. A esto se sumó la terminación de la exención arancelaria “de minimis” en EE.
UU., que añadió una capa de incertidumbre económica. Adicionalmente, la actividad de las llamadas 'ballenas' de Bitcoin fue un catalizador importante. Analistas en cadena observaron movimientos significativos de billeteras inactivas durante mucho tiempo, incluyendo una que movió fondos por valor de 2.700 millones de dólares, lo que se interpretó como una toma de ganancias que intensificó la caída. A pesar de que algunos operadores, como Peter Brandt, señalaron que el mercado ignoró las ventas de ciertas 'ballenas' veteranas para alcanzar brevemente los 113.000 dólares, la tendencia general fue bajista. Los analistas técnicos advirtieron que, para evitar una corrección más profunda hacia los 103.000 dólares, era crucial que Bitcoin cerrara la semana por encima de niveles clave como los 114.000 dólares, algo que no se materializó.