Este repunte fue atribuido a una confluencia de factores positivos, principalmente en Estados Unidos.
Por un lado, crecieron las expectativas de que la Reserva Federal (Fed) implementaría recortes en las tasas de interés, lo que debilitó al dólar y favoreció a los activos de riesgo como las criptomonedas. Por otro lado, la administración Trump anunció reformas pro-cripto, destacando una orden ejecutiva que permitiría la inclusión de criptoactivos en las cuentas de jubilación 401(k), una medida que podría canalizar importantes flujos de capital institucional.
Sin embargo, el optimismo fue de corta duración. El mismo jueves, tras la publicación de datos de inflación desalentadores por parte de la Oficina de Estadísticas Laborales de EE.
UU., Bitcoin sufrió una caída precipitada que tomó por sorpresa a muchos operadores, desplomándose hasta los USD 114.000.
Esta corrección provocó una intensa liquidación de posiciones largas, barriendo zonas de liquidez y demostrando la creciente correlación del criptoactivo con los mercados tradicionales. A pesar de la caída, los análisis de plataformas como CryptoQuant y Bitfinex sugieren que los alcistas intervinieron para comprar en la caída, lo que podría llevar a una fase de consolidación del precio en un rango entre los USD 112.000 y USD 120.000.