Sin embargo, el técnico Abel Ferreira había prometido una “noche mágica” y su equipo cumplió con creces. Desde el primer minuto, Palmeiras mostró una convicción arrolladora, con un fútbol agresivo y una presión total sobre el equipo ecuatoriano. Con el apoyo de un estadio colmado, el conjunto paulista demostró su jerarquía y paciencia para construir una de las remontadas más memorables en la historia reciente del torneo. Esta hazaña no solo les otorgó el pase a la final, sino que también reafirmó su fortaleza mental y su poderío como uno de los grandes candidatos al título. La victoria preparó el escenario para una final completamente brasileña contra Flamengo, asegurando que el trofeo se quedará en Brasil por séptimo año consecutivo. El triunfo de Palmeiras es un testimonio de su fe inquebrantable y su capacidad para sobreponerse a la adversidad, escribiendo una nueva página dorada en la historia del certamen continental.