Las jugadoras disputaron el torneo y llegaron a la final mientras enfrentaban una grave crisis financiera, con salarios adeudados por el club desde el mes de abril.

Esta difícil situación extradeportiva añade una capa de heroísmo a la campaña del equipo.

Según diversas fuentes, la deuda contractual con el plantel femenino se arrastraba por varios meses, generando incertidumbre y dificultades para las futbolistas.

A pesar de este panorama, el equipo demostró un profesionalismo y una resiliencia inquebrantables en el campo de juego, superando a rivales de gran jerarquía como São Paulo y Colo-Colo para instalarse en la final continental. La directiva del club logró sanear la deuda pocos días antes del partido decisivo contra Corinthians, permitiendo que las jugadoras pudieran enfocarse en el reto deportivo más importante de sus carreras. Esta narrativa, que pasó de la incertidumbre a lo memorable, resonó fuertemente, pues la calidad de la campaña fue innegable a pesar de las turbulencias salariales. El subcampeonato, aunque doloroso en lo deportivo, trajo consigo un significativo alivio financiero y un reconocimiento histórico que recompensa el esfuerzo de un grupo que compitió con el corazón y dejó en alto el nombre de la institución en medio de las dificultades.