Un punto clave que se resalta es la evolución de su consumo; el texto señala que “hoy por hoy, nadie te invita a bagre en casa propia.

Para comerlo hay que salir a restaurantes”.

Esta observación apunta a una transformación en los hábitos culinarios domésticos, donde la preparación de recetas complejas y de larga cocción se cede a establecimientos especializados.

A pesar de esto, su popularidad no ha disminuido, como lo demuestra la dueña del restaurante, doña Nelly, quien afirma despachar hasta cien sancochos en un domingo. El plato es valorado no solo por su sabor, sino también por su función como “ritual curativo” para la resaca.

El acto de comerlo es descrito como una “ceremonia”, lo que le confiere un significado que va más allá de la simple alimentación, convirtiéndolo en una experiencia social y cultural que resiste el paso del tiempo.