Esta frase encapsula cómo un plato puede trascender su valor nutritivo para convertirse en un ancla de recuerdos y emociones.

El ajiaco no es simplemente una sopa de papas, pollo y guascas; es el sabor de la seguridad, la familia y la pertenencia.

Por lo tanto, el festival no solo busca premiar una receta, sino también celebrar y proteger este patrimonio cultural intangible.

Al hacerlo, se asegura de que las historias, los sabores y los rituales asociados con el ajiaco se transmitan a las nuevas generaciones, manteniendo viva una de las tradiciones más queridas de la capital.