La crítica ha elogiado esta reinterpretación, destacando que el verdadero monstruo no es la criatura, sino su creador, cuya arrogancia y abandono son el verdadero origen del desorden. El diseño de la criatura, a cargo de Elordi, busca una representación más humana y menos caricaturesca, con detalles que rinden homenaje a versiones cinematográficas anteriores, como la “cicatriz de Karloff” en tributo a la icónica interpretación de Boris Karloff en 1931. A pesar de su ambientación en el siglo XIX, la película aborda reflexiones contemporáneas sobre la responsabilidad, la creación y la redención, consolidándose como un nuevo hito en la filmografía de Del Toro y en la historia del mito de Frankenstein en el cine.