Finney (Mason Thames) regresa como un adolescente marcado por el trauma.
El temible villano, The Grabber (Ethan Hawke), es reinventado como una entidad sobrenatural que, al estilo de Freddy Krueger, ataca a sus víctimas desde el subconsciente, infiltrándose en sus sueños. Una crítica señala que, si bien la película es ambiciosa y “arriesga, expande su mitología y experimenta”, el guion “tambalea al intentar explicar más de lo necesario”, lo que enfría la tensión. La transformación del antagonista en un ente metafísico es descrita como funcional solo a ratos, perdiendo parte de la fuerza que lo caracterizó en la primera entrega. La producción cuenta con la participación del actor Demián Bichir en un nuevo papel, y su estreno ha generado expectativa entre los fanáticos del género, quienes se preguntan si la cinta incluye escenas poscréditos que insinúen futuras entregas. La secuela intenta construir sobre el éxito de su predecesora, pero opta por un enfoque diferente que ha generado una recepción mixta.













