Esta no es la primera vez que el mandatario plantea esta idea, que ya había generado incertidumbre en mayo.

La propuesta ha provocado una fuerte reacción en Hollywood y entre analistas económicos y culturales, quienes advierten sobre las graves consecuencias que podría acarrear. De implementarse, un arancel de esta magnitud encarecería drásticamente la distribución y exhibición de cine internacional en Estados Unidos, limitando la diversidad cultural en las salas y afectando a las coproducciones, un modelo de negocio del que dependen muchos estudios. Expertos señalan la dificultad de aplicar una medida de este tipo, especialmente en la era digital, donde la distribución no siempre es física. Además, existe una gran preocupación por posibles represalias comerciales de otros países, que podrían imponer barreras similares al contenido estadounidense, afectando uno de los principales productos de exportación cultural del país. Hasta el momento, la propuesta no se ha traducido en una legislación formal, pero su simple anuncio genera un clima de “terror y suspenso” en la industria cinematográfica global, que sigue de cerca las políticas comerciales del gobierno de Trump.