Al percatarse de que el animal estaba en peligro y no podía salir por sus propios medios, varios transeúntes no dudaron en organizarse para ayudar.
La solución improvisada pero efectiva fue formar una cadena humana para alcanzar a la perrita atrapada.
Unas personas sostenían a otras para que una de ellas pudiera descender de manera segura hasta el fondo del caño y poner a salvo al animal. La acción fue coordinada y demostró un alto grado de cooperación espontánea entre desconocidos, unidos por el objetivo común de salvar una vida. Este hecho contrasta con el panorama general de violencia y abandono que a menudo enfrentan los animales en la ciudad, ofreciendo un ejemplo inspirador de cómo la intervención ciudadana puede marcar la diferencia. El rescate exitoso fue celebrado por los participantes y por quienes presenciaron la escena, convirtiéndose en un símbolo de esperanza y un recordatorio de que la empatía y la acción colectiva pueden superar la indiferencia.







