Mientras Esperanza era hospitalizada por graves heridas, su hija de cuatro años fue llevada a un albergue en Cambao. A pesar de que le informaron que la niña "no estaba muy herida, solo tenía una cortada en el pie", su delicado estado de salud le impidió ir por ella. Un hombre identificado como Pablo Cadena le comunicó que Diana Marcela había sido evacuada en una "berlina blanca" junto a otros 26 niños, comenzando así una búsqueda que duraría más de tres décadas.

Esperanza nunca perdió la fe: "Yo sabía que mi niña estaba viva", afirmó.

Utilizó todos los medios a su alcance, desde emisoras y periódicos hasta programas de televisión, para difundir su historia. La resolución de esta larga espera llegó de una forma inesperada, a través de la tecnología y los medios de comunicación. Un documental sobre la tragedia de Armero, visto por Diana Marcela en Suiza, donde había sido adoptada, fue la pieza clave.

Al ver las imágenes, reconoció a su familia: "Ella vio el video y dijo: ‘esa es mi mamá y ese es mi hermanito’".

Tras establecer contacto y confirmar el parentesco mediante una prueba de ADN, madre e hija finalmente se reunieron en Colombia.

Diana, quien creció sabiendo que "los que tenía no eran sus padres", pudo recordar fragmentos de su pasado durante el mes que compartió con su madre biológica. Este caso no solo es un testimonio del amor maternal, sino que también reaviva el debate sobre los cientos de niños desaparecidos de Armero, muchos de los cuales, como Diana, pudieron haber sido dados en adopción en el extranjero sin el conocimiento de sus familias sobrevivientes.