En total, se sembraron 27.000 plántulas, con cada jardín compuesto por aproximadamente 225 plantas, muchas de ellas seleccionadas por su capacidad de atraer polinizadores.

Natalia Aristizábal, bióloga del Dagma, explicó el impacto ecológico del proyecto: “Los jardines traen una nueva dinámica ecológica al entorno; se convierten en un corredor que atrae polinizadores.

Esto permite que haya más insectos y, por ende, más aves en busca de alimento, generando un ecosistema más completo y activo en este sector de la ciudad”.

La comunidad ha recibido con entusiasmo la transformación.

Laura Camila Sandoval Barrios, estudiante y corredora frecuente de la zona, comentó que “ahora se disfruta mucho más del trayecto, viendo las flores y cómo se transforma el paisaje”.

Este sentimiento es compartido por comerciantes como Santiago Peláez, quien ha sido testigo del cambio progresivo del lugar.

Johana Aguilera, supervisora de la fundación ejecutora, aseguró que el objetivo principal es fomentar el regreso y la permanencia de la fauna local en este hábitat urbano.

Visitantes nacionales también han expresado su agrado, como Luciana Narváez, quien afirmó que “el espacio está quedando muy lindo, nos parece chévere que se decore un sitio tan visitado por locales y viajeros”.