Desde hace dos años, estas familias participan en un proyecto de polinización con abejas silvestres sin aguijón (meliponas) en los paisajes cafeteros del Corredor Andino Amazónico.

A través de la iniciativa, han aprendido a cuidar, rescatar y multiplicar las colmenas en sus propias fincas. A cambio de insumos, colmenas, árboles y acompañamiento técnico, las familias se comprometen a minimizar el uso de químicos en sus cultivos, una práctica que beneficia directamente a las abejas y al ecosistema. Maricel Parra, una de las guardianas del municipio de Gigante, relata cómo su familia dejó de cultivar productos que requerían muchos químicos para proteger a las abejas. Hoy, su patio es un jardín floreciente que asegura el alimento de las polinizadoras, conocidas como “angelitas”, y le permite vender miel.

De manera similar, Maribel Canás Vera, en la vereda La Palma, ha visto cómo la presencia de los meliponarios ha mejorado la polinización de sus cultivos de café. Alirio García Parra, profesional de la CAM, explica que el proyecto busca que los productores “aprendan a utilizar de una manera mucho más racional los pesticidas y los insecticidas”, lo que a su vez contribuye a la conservación del suelo, la fauna y los recursos hídricos del área protegida.