Este seguimiento es clave, ya que en los últimos 80 años solo se habían reportado 18 nidos en el país, y en muy pocos se había confirmado la presencia de crías. El éxito de la anidación se atribuye en gran parte al compromiso de las comunidades locales de Gigante, que han adoptado prácticas agrícolas sostenibles para proteger los bosques altoandinos que sirven de hábitat para esta majestuosa ave. Cada nuevo nacimiento permite a los investigadores estudiar el comportamiento de la especie y diseñar estrategias de protección más efectivas para su supervivencia.