Lanarriaga entendió que esta distancia no debía ser una “condena, sino una oportunidad” y luchó incansablemente para que el territorio obtuviera un nuevo estatus administrativo. Gracias a su gestión, Anganoy es hoy un corregimiento, lo que le permite tener una mayor autonomía y visibilidad para impulsar su propio desarrollo.

Su trabajo se ha enfocado especialmente en la mejora de las vías, una necesidad vital para la movilidad de los habitantes y para potenciar el turismo hacia el volcán Galeras, uno de los atractivos naturales de la zona. La historia de Andrés Lanarriaga es un ejemplo de cómo la perseverancia y la construcción de comunidad pueden generar cambios profundos, permitiendo que un territorio comience a escribir una nueva historia de progreso y reconocimiento.