El proyecto comenzó de manera espontánea cuando el comerciante y animalista Carlos Camargo encontró a una perrita criolla llamada 'Princesa' gravemente herida tras ser atropellada frente a la estación. Al ver el espacio y la presencia constante de personal, Camargo propuso a la policía que la estación se convirtiera en su hogar permanente, una idea que fue acogida y que dio vida a un refugio ejemplar. Con la ayuda de algunos policías, se construyeron casitas de madera equipadas con calefacción para las noches frías.

Los animales, como 'Pirata', el más sociable del grupo, se mueven con libertad por las oficinas y pasillos, e incluso acompañan a los uniformados en sus rondas.

Esta admirable iniciativa no solo ha transformado la vida de estos seres vulnerables, brindándoles una segunda oportunidad, sino que también ha fortalecido el lazo entre la comunidad y la fuerza policial, mostrando el lado más compasivo de la institución y sirviendo como un inspirador ejemplo de cómo la empatía puede generar un impacto significativo.