A comienzos del siglo XX, los servicios fúnebres en Cali se realizaban enteramente en los hogares.
Fue Martínez, un talentoso carpintero, quien decidió innovar.
Su habilidad quedó demostrada en 1903, cuando talló un Cristo para la Catedral de San Pedro Apóstol a partir de un tronco que arrastró el río Cali. Con esa misma maestría, comenzó a fabricar ataúdes y fundó la primera funeraria de la ciudad en la carrera quinta. Su mayor innovación fue la introducción de carrozas fúnebres tiradas por caballos, un servicio que aportó una nueva solemnidad y respeto al ritual, reemplazando la costumbre de cargar los féretros en hombros. El lugar se convirtió en parte de la memoria del barrio, donde los niños, según anécdotas, jugaban a esconderse en los ataúdes en exhibición.
Además de su faceta empresarial, Benjamín Martínez fue concejal de Cali y un gran promotor de las artes y oficios, impulsando la creación de escuelas que formarían a futuras generaciones de técnicos. Incluso se le atribuye haber inspirado la construcción del monumento de Las Tres Cruces, una idea que le surgió al observar los cerros desde su casa. Su vida es el testimonio de un pionero que, con creatividad y compromiso social, no solo modernizó una costumbre, sino que también enriqueció la vida cultural y educativa de su ciudad.