Este repunte se atribuye a una confluencia de factores clave.

Principalmente, la creciente demanda como activo refugio ante la incertidumbre política en Estados Unidos, exacerbada por el cierre del gobierno federal. Este evento ha retrasado la publicación de datos económicos cruciales, aumentando la aversión al riesgo entre los inversores. Adicionalmente, las expectativas de nuevos recortes de tasas de interés por parte de la Reserva Federal (FED) han jugado un papel fundamental. Los mercados ya descuentan posibles recortes este mes y en diciembre, lo que beneficia al oro, ya que, al no devengar intereses, se vuelve más atractivo en un entorno de tasas bajas. Ole Hansen, analista de Saxo Bank, explicó a Reuters que "la fuerte demanda de fondos cotizados en bolsa (ETF) respaldados por oro y la pérdida de confianza en activos tradicionales continúan siendo factores decisivos". Otro motor importante ha sido la compra sostenida por parte de bancos centrales, destacando las adquisiciones del Banco Popular de China, que busca diversificar sus reservas.

En lo que va del año, el metal acumula una ganancia del 51 %.

Como reflejo de este optimismo, Goldman Sachs elevó su proyección de precio a US$4.900 por onza para finales de 2026.