Esta debilidad ha tenido repercusiones en los mercados de divisas y materias primas a nivel global.

El principal motor de la depreciación del dólar ha sido la amenaza de un cierre del gobierno, que ha sembrado dudas sobre la estabilidad económica y la capacidad de gestión fiscal del país. A esto se sumó la publicación del PMI no manufacturero, que reveló un estancamiento en la actividad del sector servicios durante septiembre, añadiendo otra capa de preocupación sobre la salud de la economía estadounidense. Como reflejo de esta situación, el índice DXY, que mide la fuerza del dólar frente a seis monedas principales, retrocedió un 0,14%. La caída del dólar aumentó el atractivo de otras divisas, como el peso colombiano, que ganó terreno de manera significativa. Además, la debilidad de la moneda estadounidense abarató el costo de las materias primas cotizadas en dólares, como el oro, contribuyendo a su repunte a precios récord.

Este escenario también afectó a los bonos del Tesoro de EE.

UU. a 10 años, que registraron ligeras bajas en sus tasas de interés.

La atención del mercado está ahora puesta en cómo responderá la Reserva Federal a estos choques de confianza, especialmente en un contexto donde la publicación de datos económicos clave se ha visto comprometida.