El oro rompió su techo histórico, con la onza apreciándose un 0,43% para situarse en 3.882,6 dólares. Este movimiento subraya su papel como el principal activo de refugio en momentos de tormenta política y económica, como el cierre del gobierno en EE.

UU. y el temor a la inflación avivado por las guerras comerciales.

Los inversores se han volcado al metal precioso buscando proteger su capital de la volatilidad.

En contraste, el mercado del petróleo ha seguido una trayectoria descendente. Los precios cayeron a mínimos de casi cuatro meses, con el barril de WTI registrando caídas del 2,01% hasta los 60,54 dólares y el Brent perdiendo un 1,82% hasta los 64,16 dólares en una sesión. Esta presión bajista se debe a un panorama de sobreoferta, alimentado por expectativas de mayor producción de la OPEP+, un aumento de los inventarios en EE. UU., una menor demanda de gasolina y la contracción del sector manufacturero en Asia. Estos factores han elevado la preocupación por una disminución en el consumo global de crudo, pesando sobre los precios.