El cierre, el decimoquinto desde 1981, se activó a la medianoche del miércoles y afectó a los servicios no esenciales. Como consecuencia, el oro al contado alcanzó un máximo histórico de US$2.875,53 la onza, mientras que los futuros del oro para diciembre llegaron a tocar los US$3.903,45. De manera similar, Bitcoin reaccionó al alza, superando los US$116.000 y acercándose a máximos de seis semanas, reviviendo su correlación con el metal precioso. Este comportamiento refuerza la tesis de que, ante un entorno económico potencialmente adverso, los inversores perciben a Bitcoin como una reserva de valor. Aunque algunos análisis calificaron el cierre como un "evento sin importancia" a largo plazo y una "oportunidad de compra", su impacto a corto plazo fue innegable.

La situación se vio agravada por la amenaza del presidente Trump de despedir a más trabajadores federales, lo que podría tener implicaciones para el crecimiento de la mayor economía del mundo. El movimiento hacia estos activos de refugio también fue impulsado por débiles datos de empleo en el sector privado estadounidense, que se sumaron al clima de incertidumbre.