En primer lugar, la creciente expectativa de que la Reserva Federal recortará los tipos de interés en su reunión del 16 y 17 de septiembre, lo que reduce el costo de oportunidad de mantener un activo que no genera rendimientos como el oro. En segundo lugar, su demanda como refugio seguro se vio respaldada por los temores sobre los elevados niveles de deuda gubernamental en el mundo desarrollado, lo que generó incertidumbre en los mercados de bonos. Esta confluencia de factores llevó al oro a marcar un máximo histórico de US$3.546,96 en la madrugada de una de las jornadas. Sin embargo, tras alcanzar este pico, el metal precioso experimentó una toma de beneficios, cayendo alrededor de un 0,56 % para situarse en un rango de US$3.534,5 a US$3.539,3 por onza. A pesar de este retroceso, el contexto macroeconómico que impulsó su alza inicial seguía vigente, manteniendo al oro como un activo de gran interés para los inversores.