El pesimismo se extendió por las principales plazas financieras europeas. El índice DAX de Fráncfort lideró las pérdidas con una caída del 1,16 %, seguido por el de Milán con un retroceso del 0,7 % y el FTSE 100 de Londres con una baja del 0,42 %. El índice Euro Stoxx 50, que agrupa a las empresas de mayor capitalización, cedió un 0,52 %, mientras que París mostró una mayor estabilidad con una ligera caída del 0,02 %.
Estas caídas estuvieron influenciadas por el clima de aversión al riesgo global, originado en parte por las tensiones políticas y comerciales en Estados Unidos.
A este factor externo se sumó un dato macroeconómico local clave: la inflación en la zona euro para el mes de agosto subió una décima hasta el 2,1 % interanual. Aunque analistas de Banca March consideran que este repunte responde a un “efecto base relacionado con los precios de la energía” y que se trata de “presiones transitorias que no comprometen al objetivo del Banco Central Europeo del 2 %”, la cifra generó inquietud en un mercado ya sensible. La inflación subyacente, que es la referencia para el BCE, se mantuvo estable en 2,3 % por cuarto mes consecutivo. La combinación de un entorno global incierto y datos económicos que podrían influir en la futura política monetaria del BCE fue suficiente para que los inversores optaran por la prudencia, deshaciendo posiciones en renta variable.