Este movimiento alcista fue impulsado por una confluencia de factores que generaron nerviosismo entre los inversores. La incertidumbre política en Estados Unidos, exacerbada por los cuestionamientos del presidente Donald Trump a la Reserva Federal y un fallo judicial que declaró ilegales sus aranceles comerciales, motivó una salida de capitales de activos de mayor riesgo. Como señaló el analista Stephen Innes de SPI Asset Management, “esta no es solo una subida de precios, es un reflejo del debilitamiento de la confianza en el dólar”. La tendencia se vio reforzada por la caída generalizada de las bolsas en Europa y los futuros negativos en Wall Street. Además de la incertidumbre política, las preocupaciones sobre la creciente deuda pública estadounidense y los riesgos geopolíticos aceleraron la búsqueda de activos seguros, desplazando la inversión desde los bonos del Tesoro hacia el oro. Este fenómeno también benefició a otros metales preciosos como la plata, que subió un 1,8 % hasta los 41,46 dólares la onza, superando la barrera de los 40 dólares por primera vez desde 2011. La fortaleza del oro se produjo en un entorno en el que el dólar se fortalecía frente al yen y el euro caía, lo que subraya que la demanda del metal se basó más en su condición de refugio que en la debilidad de la divisa estadounidense.
