Este organismo es capaz de generar una explosión química controlada, expulsando un chorro hirviente a 100 °C para disuadir a sus depredadores.
Este mecanismo biológico, que desafía la lógica por su complejidad en un ser tan pequeño, se activa cuando el escarabajo se siente amenazado.
En una cámara especializada dentro de su abdomen, mezcla dos sustancias químicas, hidroquinona y peróxido de hidrógeno, que reaccionan gracias a la acción de enzimas.
El resultado es una explosión controlada que eleva la temperatura del líquido y lo expulsa con fuerza.
Funciona como un "microcañón químico biológico", capaz de sorprender a animales mucho más grandes y permitirle escapar.
La estructura interna del insecto está diseñada para dirigir el chorro con precisión y liberarlo en ráfagas rápidas, lo que evita que el propio escarabajo sufra daños por el calor extremo.
Además, la expulsión produce un sonido similar a una pequeña detonación, añadiendo un efecto disuasorio.
Más allá de ser una maravilla de la naturaleza, el escarabajo bombardero ha inspirado investigaciones en campos como la ingeniería, la química y el diseño de materiales. Su sistema de explosión controlada podría ser clave para desarrollar nuevas tecnologías, como sistemas de microcámaras de reacción para robótica o sistemas de defensa no letales. Es un ejemplo de cómo la evolución puede producir mecanismos de alta eficiencia y complejidad incluso en las especies más diminutas.











