A diferencia de la imagen tradicional de los tiburones, esta especie no destaca por su tamaño o ferocidad, sino por su habilidad para brillar.

Los científicos teorizan que la bioluminiscencia cumple múltiples funciones en la oscuridad abisal.

Podría servir para atraer a sus presas, como un señuelo en un entorno sin luz. También podría ser un medio de comunicación con otros miembros de su especie o funcionar como un mecanismo de camuflaje, igualando la tenue luz que se filtra desde la superficie para ocultarse de depredadores más grandes. Los expertos aún no comprenden completamente cómo este pequeño tiburón desarrolló esta habilidad, pero es un claro ejemplo de las adaptaciones extremas que la vida debe desarrollar para sobrevivir bajo la intensa presión, las bajas temperaturas y la oscuridad total del océano profundo. El descubrimiento es un recordatorio de que gran parte de nuestros océanos sigue sin explorarse y de la increíble biodiversidad que albergan.