El camuflaje del pulpo se basa en unas células pigmentarias llamadas cromatóforos, que reflejan y absorben la luz para mezclarse con el entorno. Inspirándose en este mecanismo natural, los investigadores modificaron bacterias para que sintetizaran el mismo pigmento natural que utilizan los cefalópodos. El resultado es un material que puede cambiar de color en respuesta a estímulos ambientales, imitando uno de los superpoderes más asombrosos del reino animal.

Las posibles aplicaciones de esta tecnología son muy amplias y abarcan diversos campos.

Podría utilizarse para desarrollar tejidos inteligentes y ropa militar adaptable que cambie de patrón según el terreno, superficies que modifiquen su tonalidad para mejorar la eficiencia energética en edificios, o incluso dispositivos biomédicos que reaccionen a cambios en el cuerpo.

Según los autores, este es un paso crucial hacia la creación de materiales vivos capaces de interactuar con su entorno de manera similar a como lo hacen los organismos marinos. La investigación no solo demuestra el potencial de la biología sintética para fusionar la naturaleza con la ingeniería, sino que también ofrece un camino hacia soluciones sostenibles inspiradas en millones de años de evolución.