El resultado es la creación de materiales “vivos” que pueden cambiar de color en respuesta a estímulos del entorno, imitando la habilidad del cefalópodo.

Las posibles aplicaciones de esta tecnología son revolucionarias.

En el ámbito militar, podría conducir al desarrollo de ropa y vehículos con camuflaje adaptable.

En la construcción, se podrían crear superficies que cambien de tonalidad para mejorar la eficiencia energética de los edificios. En medicina, se podrían diseñar dispositivos biomédicos que reaccionen a cambios fisiológicos.

Según los autores, este desarrollo es un paso crucial hacia la creación de materiales dinámicos y sostenibles que interactúan con el ambiente de manera similar a los organismos marinos, demostrando el inmenso potencial de fusionar la ingeniería con la biología sintética para crear soluciones innovadoras.