Este avance podría revolucionar la neonatología al ofrecer un entorno más seguro y fisiológico que las incubadoras tradicionales.

El sistema está dirigido a bebés nacidos antes de las 26 semanas de gestación, quienes enfrentan un alto riesgo de mortalidad o de sufrir graves secuelas neurológicas y pulmonares. Consiste en un tanque flexible lleno de líquido amniótico sintético que replica las condiciones del útero materno, permitiendo que el bebé flote y continúe su desarrollo protegido de infecciones.

La innovación clave es una placenta artificial que se conecta al cordón umbilical, suministrando oxígeno y nutrientes esenciales mientras retira dióxido de carbono y otros desechos, imitando la función materna. Los investigadores destacan que esta tecnología no busca reemplazar la gestación natural, sino actuar como un "puente" entre el parto prematuro y la maduración completa, ofreciendo un entorno superior al de una incubadora, que expone a los bebés al aire y a procedimientos invasivos.

El sistema ya ha sido probado con éxito en modelos animales, y el siguiente paso es iniciar ensayos clínicos en humanos, una vez se obtengan las aprobaciones regulatorias. A pesar de su enorme potencial para salvar miles de vidas, el avance también plantea importantes debates éticos sobre los límites de la intervención médica en el desarrollo fetal.