La investigación revela un mecanismo biológico por el cual el ejercicio moderado protege el cerebro, ofreciendo una estrategia de prevención accesible para la población. Una investigación publicada en la revista Nature Medicine, junto con otro estudio que utilizó podómetros y escáneres cerebrales, revela que caminar activa una proteína llamada PGC-1α, la cual regula el metabolismo energético en las células.
Esta proteína parece bloquear la acumulación de placas de beta-amiloide, consideradas uno de los detonantes principales de la enfermedad de Alzheimer. Según los investigadores, este mecanismo podría “frenar la chispa que enciende la enfermedad”.
Un aspecto clave del hallazgo es que no se requiere un ejercicio de alta intensidad para lograr este efecto protector; bastan unos pocos miles de pasos al día.
Esto hace que la estrategia sea accesible para personas mayores o con movilidad limitada. Además, los estudios destacan que la actividad física no solo tiene efectos preventivos, sino que también puede mejorar la función cognitiva en personas que ya presentan un deterioro leve. Los expertos advierten que caminar no es una cura, sino una estrategia complementaria dentro de un enfoque multifactorial que incluye la genética, la dieta y la estimulación mental.
Este descubrimiento podría tener profundas implicaciones en las políticas de salud pública, incentivando programas de actividad física para adultos mayores.











