Su cuerpo se consume lentamente en este acto de devoción maternal. Los artículos citan un caso extremo documentado en 2014 por el Monterey Bay Aquarium Research Institute, donde una hembra de la especie Graneledone boreopacifica cuidó su puesta durante 53 meses, más de cuatro años, en las profundidades del océano, sin comer, hasta que los huevos eclosionaron y ella finalmente pereció. Este comportamiento, aunque no exclusivo de los pulpos, alcanza en ellos un nivel de sacrificio que desafía la comprensión. No es un simple instinto, sino un programa biológico ineludible que asegura que toda la energía vital de la madre se transfiera a la supervivencia de la siguiente generación, garantizando la continuidad de la especie a costa de su propia vida.