Los resultados muestran dos tendencias opuestas y claras.

Por un lado, las especies silvestres tendieron a reducir su tamaño corporal.

Este cambio se interpreta como una adaptación evolutiva a la creciente presión de la caza por parte de los humanos, así como a la pérdida de hábitat y la mayor competencia por recursos en entornos intervenidos. Por otro lado, los animales domésticos, especialmente aquellos criados para el consumo humano, experimentaron un aumento progresivo de tamaño.

Este fenómeno se debe a la selección artificial, ya que los humanos favorecieron y criaron selectivamente a los individuos con características más robustas para maximizar la producción de carne, leche u otros recursos. Según el estudio, esta diferencia evolutiva se hizo aún más marcada a partir de la Edad Media. Los investigadores advierten que comprender esta influencia histórica es clave para diseñar políticas de conservación y manejo sostenible eficaces en la actualidad, en un contexto de acelerada pérdida de biodiversidad a nivel mundial.