Este avance representa una esperanza tangible para millones de personas que habían perdido la visión central. El sistema, cuyos resultados fueron publicados en la revista New England Journal of Medicine, combina dos componentes principales: un microchip inalámbrico de 2x2 milímetros que se implanta quirúrgicamente bajo la retina y unas gafas de realidad aumentada equipadas con una cámara.

Las gafas capturan imágenes del entorno y las proyectan mediante luz infrarroja sobre el chip. Este, a su vez, convierte la luz en señales eléctricas que son enviadas al cerebro para que las interprete como imágenes. Una de las innovaciones más destacadas del dispositivo es su naturaleza fotovoltaica, lo que significa que se alimenta de la propia luz que recibe, eliminando la necesidad de cables o fuentes de energía externas. En los ensayos clínicos, que involucraron a 38 pacientes en 17 centros hospitalarios de cinco países, se observaron resultados notables.

Un año después del implante y tras un periodo de entrenamiento, 27 de los 32 participantes lograron leer letras, números y palabras, recuperando habilidades cotidianas como identificar etiquetas o leer señales.

Según el coautor del estudio, Daniel Palanker, de la Universidad de Stanford, el diseño permite a los pacientes “combinar la visión periférica natural con la visión central generada por el dispositivo”. Actualmente, la visión que proporciona es en blanco y negro, pero los investigadores ya trabajan en una actualización de software para permitir la distinción de tonos de gris, un paso clave hacia el reconocimiento facial y la percepción de profundidad.