El estudio demostró que al exponer las células a frecuencias y patrones de sonido específicos, es posible inducir cambios en su forma y función.

Los análisis genómicos confirmaron que este estímulo acústico alteró la expresión de más de 190 genes, principalmente aquellos relacionados con la motilidad, el crecimiento y la comunicación intercelular. Este fenómeno, denominado mecanotransducción acústica, se basa en la capacidad natural de las células para responder a fuerzas físicas como las vibraciones.

Los investigadores explican que el sonido actúa como una fuerza capaz de dirigir procesos biológicos complejos. Además, comprobaron que diferentes tonos y frecuencias provocan respuestas celulares distintas, lo que sugiere la posibilidad de diseñar “terapias sonoras” personalizadas según el tipo de célula o la enfermedad a tratar.

Las aplicaciones futuras de esta tecnología son prometedoras.

Los expertos creen que podría utilizarse para reparar tejidos dañados, mejorar la eficacia de tratamientos contra el cáncer o incluso regenerar órganos.

A largo plazo, las ondas acústicas podrían emplearse para activar genes reparadores o desactivar aquellos que causan enfermedades, todo ello sin introducir fármacos ni alterar el ADN directamente, ofreciendo una alternativa a métodos más invasivos.