Su trabajo ha sido fundamental para entender cómo el sistema inmunitario mantiene la tolerancia y evita atacar los tejidos propios del cuerpo. La investigación de los galardonados identificó un tipo específico de célula inmunitaria, la célula T reguladora, y el gen FOXP3, que es crucial para su función.

Estas células actúan como un freno para el sistema inmunitario, impidiendo que ataque a las células sanas del organismo, un mecanismo conocido como tolerancia inmune periférica.

Este descubrimiento ha tenido un impacto transformador en la medicina. Ha abierto nuevas vías para tratar enfermedades autoinmunes, como la artritis reumatoide o la esclerosis múltiple, donde el sistema inmunitario ataca por error los propios tejidos. Además, ha influido en el tratamiento del cáncer, ya que estas células reguladoras a veces pueden impedir que el sistema inmune ataque eficazmente a los tumores. La relevancia de su trabajo se refleja en que ya se han iniciado decenas de ensayos clínicos basados en estas células, lo que sugiere que en los próximos años podríamos ver terapias más precisas que modulen el sistema inmunitario. La noticia del premio tomó por sorpresa a los laureados; de hecho, Mary Brunkow ignoró la llamada inicial de la Academia Sueca pensando que era spam, una anécdota que ha añadido un toque humano a este importante reconocimiento científico.