Los investigadores vinculan este fenómeno a la exposición a neurotoxinas producidas por floraciones de algas, exacerbadas por el cambio climático y la contaminación. La investigación señala que las floraciones de algas nocivas, impulsadas por el aumento de las temperaturas del agua y los vertidos de desechos agrícolas, generan una neurotoxina llamada beta-N-metilamino-L-alanina (BMAA). Esta sustancia se acumula en el sistema nervioso de los animales marinos. Al estar en la cima de la cadena alimenticia, los delfines ingieren grandes cantidades de esta toxina a través de sus presas contaminadas. Los análisis de cerebros de delfines varados en las costas del Atlántico y el Mediterráneo mostraron la presencia de placas amiloides y ovillos neurofibrilares, las mismas lesiones patológicas que definen la enfermedad de Alzheimer en las personas. Este hallazgo no solo demuestra un grave impacto del cambio climático en la fauna marina, sino que también funciona como una advertencia para la salud humana. La bioacumulación de estas toxinas en peces y mariscos podría tener implicaciones para las comunidades costeras que dependen de estos recursos como fuente de alimento. Los científicos advierten que la expansión de las zonas afectadas por estas floraciones tóxicas podría intensificarse si no se toman medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y la contaminación de los océanos. El estudio abre una nueva línea de investigación sobre cómo los contaminantes ambientales pueden inducir procesos neurodegenerativos.