Goodall llegó al Parque Nacional Gombe Stream en 1960 con 26 años y sin formación científica formal, una característica que, según expertos, le permitió observar a los chimpancés con una mente abierta.

Su enfoque paciente y empático la llevó a realizar descubrimientos revolucionarios que rompieron las barreras entre humanos y animales.

El más famoso de ellos fue observar a un chimpancé, al que llamó David Greybeard, modificando una rama para “pescar” termitas, demostrando así que la fabricación y uso de herramientas no era un rasgo exclusivo de los seres humanos. Este hallazgo obligó a la ciencia a reconsiderar la definición misma de humanidad.

Su mentor, Louis Leakey, declaró célebremente: “Ahora debemos redefinir herramienta, redefinir ser humano o aceptar que los chimpancés son humanos”.

A lo largo de más de seis décadas, Goodall también documentó que los chimpancés cazan, tienen complejas estructuras sociales, se abrazan, besan e incluso experimentan emociones como el duelo. Tras décadas como investigadora, se convirtió en una incansable activista global, fundando el Instituto Jane Goodall y el programa juvenil Roots & Shoots para promover la conservación.

António Guterres, secretario general de la ONU, afirmó que Goodall “deja un legado extraordinario para la humanidad y nuestro planeta”.