Su trabajo identificó las células T reguladoras y el gen que las controla, un mecanismo crucial que evita que el sistema inmunitario ataque los propios tejidos del cuerpo. Este avance fundamental ha transformado la comprensión de las enfermedades autoinmunes y ha abierto nuevas vías para el tratamiento del cáncer y el rechazo de trasplantes. El inmunólogo japonés Shimon Sakaguchi fue pionero en 1995 al identificar un tipo de linfocitos, las células T reguladoras (T-regs), que actúan como “guardianes” o “guardias de seguridad” del sistema inmune, frenando respuestas inmunitarias excesivas.

Hasta entonces, se creía que la tolerancia del cuerpo a sí mismo se establecía únicamente en el timo.

Sakaguchi demostró la existencia de un sistema de control activo en la periferia. Años más tarde, los investigadores estadounidenses Mary E. Brunkow y Fred Ramsdell identificaron el gen maestro, Foxp3, que es esencial para el desarrollo y la función de estas células reguladoras.

Descubrieron que mutaciones en este gen causan una grave enfermedad autoinmune en ratones y, posteriormente, se confirmó que una mutación similar en humanos provoca el síndrome IPEX, un trastorno autoinmune severo en niños.

El Comité Nobel destacó que estos hallazgos, aunque realizados de forma independiente, se complementaron para revolucionar la inmunología. El trabajo de los tres laureados ya tiene aplicaciones clínicas, como en el Hospital Gregorio Marañón en España, donde se han utilizado células T reguladoras para evitar el rechazo en trasplantes de corazón infantiles, demostrando el potencial terapéutico de manipular este mecanismo de control.